-¿Qué? ¿se le antojó?, preguntó el muchacho impertinente, quien apenas levantó los ojos de su celular para observar la escena: un señor de edad avanzada, más no viejo, desaceleró el paso para ver con desdén y desaprobación a un par de hombres que se daban un beso.
Ofendido, claramente insultado, el hombre levantó con rapidez y decisión el puño para asestar el más importante de los madrazos. Sólo un movimiento hizo, como si lo hubiese ensayado toda su vida, listo para defender su masculinidad.
Falló.
El muchacho impertinente, echó su cuerpo hacia atrás y lo esquivó sin mayor esfuerzo. Esbozó una sonrisa para luego retomar su camino con la vista de vuelta en el celular.
El hombre volteó a ver a la pareja, que nunca se percató del conato de bronca por su causa, para encontrarse con la mirada de ambos.
-¡¿Qué?! ¡¿Les gusto?!, grita.
Vaya triunfo del hombre, por poco no la libra.
Vaya triunfo del hombre, por poco no la libra.
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