Con más de cuatro décadas de
carrera artística, Fito Páez todavía tiene la oportunidad de experimentar
primeras veces. La siguiente que aparece en el horizonte es la de pisar por
primera vez el Carnegie Hall de Nueva York y al ser una ocasión especial, se
presentará en compañía de su banda completa y de una orquesta.
Por tal celebración es que
platicamos con él por teléfono y al enterarse de que estábamos en Ciudad de
México, no dudó en expresar su añoranza por estar pronto de regreso en este
país en el que pasó más de la mitad de su vida. Es por ello por lo que le
preguntamos sobre los grandes cambios que han sufrido ambos países y de la
vigencia que mantienen sus canciones en los contextos actuales.
Hablabas de la palabra vigencia
hace unos instantes, y yo creo que eso tiene que ver con el amor al lenguaje
cuando se aplica a la música, a las letras, al cine, al teatro o a lo que sea
que hagas. Eso está ligado a que, en ese amor y en ese laboratorio que es la
vida misma con esos lenguajes, las cosas están en movimiento permanente y
siempre hay una manera u otra de expresar algún sentimiento, una idea o
reflexión.
Entonces, eso hace que también
haya atravesado todos estos años de una manera muy feliz, incluso contando
sucesos trágicos o dramáticos. Y acompañando luchas de todo tipo en todo el
continente, pero sobre todo en Argentina o en México que es donde más tiempo he
pasado.
Ahora, las cosas a las que
muestro mi solidaridad ahora las he apoyado siempre. Cuando uno ve a todas las
mujeres en Argentina, o a una gran parte, porque todavía hay un sector bastante
conservador, con el tema del aborto se generó una situación altamente
conflictiva, la ley no salió en el Congreso, pero se ganó una batalla cultural
de tal manera que se instaló el tema de que las mujeres no pueden seguir
muriendo en estos gabinetes tan espantosos donde se realizan los abortos
ilegales.
Entonces esta lucha fue muy
positiva la que encararon las mujeres, de altísimo valor filosófico y legal.
Esas son cuestiones que muchas personas hemos defendido durante muchos años,
aunque no seamos mujeres.
El artista es una persona que
busca la libertad, y a mí me gusta lo que hace bien a la mayoría y que tiene
alegría, buena leche y un buen pulso. No hay manera de no apoyar todos estos
movimientos libertarios. Si la ley no sale hoy, va a salir mañana o el año que
viene, en algún momento.
¿Te sientes libre o es
una idea que sigues buscando?
Bueno, la libertad de verdad debe
de dar miedo, ¿no?, la libertad total. El poder cumplir todos tus deseos, hasta
el más absurdo, porque es una zona donde no hay ninguna atadura. Estamos
hablando siempre de libertades civiles y de libertades que nos permitan lograr
una convivencia en armonía. Y hasta eso es una utopía. Pero siempre es
bienvenido cada paso que se da en la búsqueda de una libertad individual, que
permita a las personas ser más felices.
Personalmente, me considero una
persona obscenamente libre y tengo que agradecerle al mundo que me ha permitido
ser así y a mi voluntad también, porque tampoco tenés ese lugar por una varita
mágica, hay que pelear mucho por esa libertad para poder ser quien uno es. Se
mezcla un poco eso y también el lugar que te dan los otros, que cuando te ven
eso te lo celebran. Me considero una persona bastante afortunada.
Sin embargo, aún hay personas que
se dejan tomar por sorpresa por las decisiones creativas que toma el rockero
argentino en su carrera. Como ejemplo se puede poner la portada de su disco La
ciudad liberada (2017), en la que aparece su rostro encima sobre el cuerpo de
su novia, María Eugenia Martínez Kolodziej. Pero el compositor asegura que
quien hoy se asusta con una imagen como esa es porque vive en la época de las
cavernas.
Eso era realmente un juego entre
nosotros, mis amigos. Alejandro Rojo y yo jugamos a eso hace muchos años, esta
portada era como la broma de la broma y hoy en día eso no asusta a nadie. En
mundo donde hay tanta visibilidad de la vida trans, drag, lésbica y gay, es un
chiste como diciendo “hola, muchachas también nosotros estamos acá” porque ya
saben.
La canción que da
nombre a ese disco es un retrato de un lugar fascinante dentro de Buenos Aires,
¿cómo no perder la capacidad de sorpresa dentro de tu ciudad, ya no digamos en
tu país?
Buenos Aires siempre ha sido muy
conservadora y muy salvaje, entonces cuando descubres un lugar como en el que
está inspirada la canción, este caso el refugio Monteagudo, resulta muy
hermoso. Cuando vi el reporte del refugio en las noticias, me comuniqué con la
dirección y al día siguiente ya estaba yo tocando ahí con el piano, fue una
cosa muy espontánea con amor.
Lo que te encontrás ahí es que,
en medio de una ciudad tan salvaje, hay mucha gente que está necesitada de dar
y recibir amor. Entonces la cantidad de besos, abrazos y las cosas que me
invitaron, “tomáte un vaso de vino y tomá un pedazo de pizza”, fue como estar
con una familia que no sabía que tenía.
Ahí te das cuenta de que la
solidaridad y la bondad también están instalados, al igual que el mal y la
codicia, en el centro del corazón humano. Entonces no está todo perdido.
En alguna entrevista que dio hace
unos meses, Fito mencionó que los jóvenes tienen la obligación de “aplastar el
cráneo” de los artistas que los precedieron. A nosotros nos comentó que, si lo
logran o no, es problema de ellos.
Pero él graba todas las semanas
con artistas que le llaman de México, Brasil Argentina o de donde sea que se lo
pidan. Asegura que es un ejercicio permanente de vinculación puesto que ha
encontrado músicos y artistas nobles, hermosos y con muy buen rollo a pesar de
estar en los márgenes de la popularidad.
Preguntarte a estas
alturas de tu trayectoria si sientes nervios antes de subirte a un escenario
sería ridículo, pero ¿cuáles son las sensaciones previas por presentarte por
primera vez en el Carnegie Hall?
Son muchas cosas. Primero, es una
sala muy querida que tiene tanta historia como la propia ciudad, que ha
recibido a grandes artistas de mucho prestigio. Para mí es un gran honor que me
hayan convocado a tocar ahí porque es un lugar de excelencia.
Entonces, estamos preparando arreglos
cercanos al álbum Euforia (1996), con una banda electroacústica y atrás vamos a
tener una orquesta de veintiún músicos con cuerdas, metales y vientos, va a ser
un conciertazo que va a abarcar casi la totalidad de los álbumes.
A pesar de hacer un constante
repaso por su discografía, entre risas dice que no tiene tiempo para pensar en
los tiempos que ya sucedieron pues hace un concierto tras otro. Y cuando no
está sobre el escenario, está componiendo y actualmente escribe otra película,
un libro de cuentos y además tiene que criar hijos.
Para lo que sí tengo tiempo es
para disfrutar el tocar, desde en el bar de la esquina de la casa para los
borrachos y luego prepararme para un escenario como el Carnegie Hall. Tocar ahí
es el sueño que uno tiene de pibe, estar en ese lugar tan bello, con esa
acústica perfecta y esas reverberaciones tan geniales. Todo eso frente a un
público atento en una ciudad cosmopolita como lo es Nueva York, plena de una
colectividad latinoamericana vital que vamos a llenar esa sala. Todo es
alucinante y experiencias hermosas.
Animado, recalca las ganas que tiene de volver a México, a las cuevas, como él les llama, en las que tanto se divierte haciendo música y escuchándola. Despide nuestra entrevista con un envidiable candor en las palabras y un manifiesto entusiasmo por lo que sea que venga.
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