Seis años tuvieron que pasar para
que tuviéramos un nuevo álbum de estudio de San Pascualito Rey, y al parecer,
bien valió la espera. Todo nos trajo hasta hoy (2016), además de ser el título del
disco, es también un recordatorio de que las historias contenidas en Sufro,
sufro, sufro (2003), Deshabitado (2006) y Valiente (2011), así como todas las
experiencias obtenidas en los shows en vivo y las que adquirieron cada uno en
sus proyectos, desembocan aquí. Aunque por supuesto que no es el final.
Las doce canciones que componen
la placa reafirman que San Pascualito Rey está haciendo las canciones que nuestra
generación ha de escuchar en las cantinas.
La apertura, Lo que quieres ver,
es contundente: una guitarra distorsionada antecede a una letra que parecía
recurrente en las canciones de mariachi: una mujer que cuestiona el amor que le
es brindado en el que el hombre se entrega a manos llenas. Una batería de
compases constante se hace acompañar de un bajo mucho más rítmico, y un teclado
al fondo entinta el track.
Aquí estaré, su sucesora, empieza
mucho más suave, pero también echa mano de la temática de un amor
incondicional, muy a pesar de que ya todo haya terminado. Con audífonos, del
lado izquierdo se escucha una guitarra que ofrece ondulaciones en sus notas y
del lado derecho una levemente distorsionada, que toma protagonismo en el coro.
En la cuarta canción, se puede
encontrar indulto y justificación de las decisiones que hemos tomado. La
instrumentación es mucho más suave, un redoble de batería y unos cuantos
acordes recuerdan que menos es más.
En el track cinco se asimilan la
ruptura amorosa, así como que hay cosas de las que uno nunca se va a poder
deshacer porque éstas son inmateriales. Un par de guitarras rápidas dan coraje
y una batería es ese aroma que da valor. Durante dos minutos, se queda uno con
el sabor y tibieza en la garganta, propios de un trago derecho o de repetir
hasta el llanto Nunca te voy a olvidar.
Si usted ya escuchó el disco o lo
está haciendo a la par de esta reseña, habrá notado que hacen falta esos toques
que les merecían títulos como dark guapachoso y grupero-melancólico-espacial-tropicoso.
Aunque todo eso lo encontramos en Bailón, porque cuando se ha bebido lo
suficiente, las desinhibiciones nos hacen creer que podemos bailar.
En la oscuridad es el primer
corte promocional oficial de la placa y aquí volvemos a bajar el ritmo así como
el ánimo, sin embargo también es la más esperanzadora. Con un baile se pueden
resolver un par de cosas y para ello, la música tiene ciertos elementos apenas
perceptibles en el fondo, como un teclado y voces de fondo.
Hemos de cerrar nuestra reseña en la décima canción, En estampida. Aquí se recuperan esos toques mexicanos
con lo que adivinamos que pudiera ser una jarana mezclada con una breve
batería, mientras que el bajo toma un rol más protagónico.
Tal vez, luego de echar mano de
ritmos e instrumentos poco concurridos en el rock mexicano, la forma de
experimentar que tuvo San Pascualito Rey fue dándoles un plano secundario. Se
acentúa más en la poética, pero dejan de ser tan fatalistas. Debe ser la edad.
Para Joyride
Para Joyride
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