martes, 30 de enero de 2018

Luces de invierno: Bon Iver en el Pepsi Center


Con una banda como Bon Iver no existe el beneficio de la duda. El show del domingo parecía ser el evento social por excelencia, por lo menos del mes. Entre la gente, a cada momento, podías encontrar artistas de distintas disciplinas. Y el frío amainaba con el paso de los vasos de cerveza helada.

El acto telonero, Baltazar, mantenía la lucha constante para no ser poco menos que música de fondo para las indistintas charlas. Fans que referenciaban a lo que había hecho el grupo de Wisconsin en tal o cual concierto o qué querían escuchar.

El redoble electrónico de 10 d E A T h b R E a s T empezaba a animar al público, mientras que Matthew McCaughan descargaba certeros golpes a su batería y la sección de metales advertía a los presentes que aquello era real, que la espera había terminado. La voz metálica de 715 – CRΣΣKS sonó como un ruego desesperado para evitar la partida de alguien a la luz de la Luna.

Y en un vaivén de sonidos, 29 #Strafford APTS semejaba un country a la vez que cedía un poco el control al público mexicano, que si por algo ha de destacarse es por su forma de desbordar energía; apenas sonaba un beat de la computadora y de inmediato reconocían qué canción era. Pero esa noche se entregaron al disfrute contemplativo y al compromiso de los sentidos. No saltaron y pocos gritaron hasta quedar afónicos; fueron menos los que se atrevieron a sacar el celular y sostenerlo en el aire para grabar.

Como acompañamiento visual, una montaña rusa de focos dispuesta sobre el escenario se iluminaba in crescendo y el gran destello venía de las luces superiores del escenario. Lo mejor es que no hubo ni una secuencia repetida en éstas. Como si se hubiese ensayado una coreografía lumínica para cada pieza. Solo y a la guitarra, Justin Vernon empezó suave Flume, hasta que entraron unas trompetas y un aura de luces cálidas le acompañó hasta la segunda mitad de la canción, donde se enfrió el escenario en tonos azulados.

Al igual que muchos artistas compatriotas suyos, Justin se tomó un momento para hacer énfasis en que no hay muro o política que nos mantenga apartados los unos de los otros. Un momento dedicado a experimentar el miedo, es un momento desperdiciado, aseguró.

Con el paso de las canciones el consumo de cervezas aumentó, como si no fuera domingo, como si no hubiese que ir a la escuela o a trabajar mañana. Y con ello, los lobos salen a la caza de quienes prendían furtivos cigarrillos. Columnas de humo se elevaban aquí y allá y no había que ser adivino para saber que algunas eran de marihuana.

Hacia el final de Creature Fear, el alcohol reclamó una víctima y una niña se desvaneció justo cuando empezaba la célebre Skinny love. Su novio, quien también le estuvo acercando el tren cada que fumaba, la atrapó antes de que tocara el suelo. (“And I told you to be patient”). El resto de sus amigos trataron de reanimarla. (“And I told you to be fine”). Pero eso no iba a pasar y se la echaron en hombros. (And I told you to be balanced”). Se apresuraron a la salida, y, aún desorientada, buscó la mirada de los que estábamos por ahí para lanzarnos una sonrisa descompuesta. (“And I told you to be kind”).

Un disco de este grupo demanda total atención, lleno de sutilezas aquí y allá. Pero la experiencia sólo está completa cuando se le ve en vivo y salen a relucir nuevos detalles acompañados de luces que no parecen estar puestas de adorno. Para esa hora ya se habían entregado todos los Grammys, pero sólo importarán los ganadores que refrenden la presea con un concierto como el del domingo.

Al salir, todavía se podía paladear el encore de 00000 Million y 22 (OVER soon), porque el grupo no se guardó nada. En vivo, Bon Iver es punto y aparte.

Para 8106

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