Luego de unos días de inclemente
frío, éste amainó el jueves para recibir de vuelta a Rhye, proyecto que
encabeza Mike Milosh y quien se decidió por nuestro país para presentar su
segunda producción de estudio, Blood. El factor que resultaba interesante en esta
ocasión era el hecho de que no habíamos escuchado dicho material, salvo algunos
adelantos para antojar.
De a poco, el olor a nuevo
abandonó el lobby del Frontón México para ser reemplazado por las fragancias
dulces de quienes salían de trabajar. Algunos se animaron a tomarse una foto y
colgarla en una pared patrocinada por una app para encontrar pareja. En el
escenario, un par de bandas probaban su suerte. Todos trataban de conquistar.
Se desmayaron las luces y entró
en escena el grupo portando sombreros de mariachi, mientras que Mike se calzó
un gabán con el escudo y los colores de México. Pronto, se deshicieron de la
indumentaria y empezó a latir el beat de Taste. En compases de cuatro, los
dedos brincaban sobre las cuerdas del violín y Milosh hacía ademanes con los
brazos, dando instrucciones a su versión resumida de una orquesta.
Cuando la banda avanzaba sola, se dio la oportunidad de juguetear con los sonidos, yendo hasta el set de teclados para agregar alguna nota o subir alguno de los controles del sintetizador para hacer vibrar la canción. Los fans que estaban en los costados de la pista, bailando, trataban de abrirse paso para tener mejor vista, pero aquello no ocurrió.
Cuando la banda avanzaba sola, se dio la oportunidad de juguetear con los sonidos, yendo hasta el set de teclados para agregar alguna nota o subir alguno de los controles del sintetizador para hacer vibrar la canción. Los fans que estaban en los costados de la pista, bailando, trataban de abrirse paso para tener mejor vista, pero aquello no ocurrió.
Se notaba, por supuesto, el
esfuerzo que habían puesto en los ensayos, pero eso no impidió que en ocasiones
se viciara el sonido o algo pasara desapercibido por los micrófonos.
Apenas entró el violonchelo de
Open, la gente vitoreó por escuchar una vieja conocida. De cuando en cuando,
las luces de la sala brillaban descubriendo en la pista cuerpos acoplados en
pares balanceándose al compás. En las gradas, no entraban del todo en el
ambiente; mantenían una lucha constante con el reducido espacio entre las
butacas y el ir y venir de los meseros.
En los puntos de mayor energía
musical y escénica, Milosh tomó un par de baquetas y se sumó a las percusiones
con un set de tambores a su lado o golpeteando rítmicamente en la estructura
del bombo. Hizo una pausa y aseguró que elegir esta ciudad para iniciar este
nuevo ciclo había sido una gran decisión y brindó en la víspera de la llegada
del nuevo álbum.
Algunas personas -sobre todo en
las gradas- no se esperaron al cierre y salieron con prisa, como para ser los
primeros en dejar el estacionamiento o para alcanzar el último viaje del Metro.
Los que se quedaron, al tener un poco más de espacio, decidieron dejarse de sí
y bailar hasta las últimas notas.
Qué día de la semana sea es lo de
menos. Mientras las noticias echan por tierra la ciudad, los jóvenes han de
tomar cualquier espacio que se disponga. Con la dulzura de lo que acababan de
escuchar a cuestas y en parejas salieron a la caza de la noche. Qué ganas de
llevar la contraria.
Para 8106
Foto Luis Avilés
No hay comentarios:
Publicar un comentario