lunes, 16 de abril de 2018

La clara idea de romper fronteras: entrevista con Swing Original Monks


Este grupo se presentó frente a los integrantes de Calle 13 y la impresión que causaron en ellos fue tal que Visitante les produjo el álbum SOMOS (2016). Los Swing Original Monks son de Ecuador, Colombia y Venezuela, y están convencidos que no hay nada mejor que la mezcla de ritmos.

Previo a su actuación en la edición de este año del Vive Latino, platicamos con dos de sus integrantes acerca de su sonido, la trayectoria del grupo y del qué significa en su carrera llegar a nuestro país.

Hay muchos proyectos en los que, de alguna manera, intentan rescatar las raíces sonoras de sus países, pero en el camino se pierden o no terminan de consolidar una identidad propia. ¿Dónde está su sello personal a las tradiciones sonoras ecuatorianas?

Nathalia Madrigal: En la personalidad que tenemos al momento de interpretar y de expresarnos somos bastante característicos. Una vez que alguien nos conoce cacha de una nuestra sonoridad, la forma de Gabriel de cantar o la mía. Sí hemos retomado algunas raíces, pero no es que nos metamos a investigar. Cuando componemos, siempre se involucra aquello que escuchamos mientras crecíamos. Es algo muy natural.

Porque también te puedes perder en esas raíces, en esa búsqueda y tal vez nunca encuentres a qué suenas sin eso. Nosotros somos de Ecuador, pero también tomamos cosas de República Dominicana, de Colombia, de todos lados e inclusive tenemos algo de música balcánica, que no es propiamente nuestro, pero así están las influencias de algunos integrantes. Y resulta en una mezcolanza interesante.

Gabriel Baumann: Creo una de las búsquedas de esta banda es unir al mundo. Culturalmente, muchas cosas se unen mientras más te alejas de ellas. Algunos géneros provienen de otros, como ramitas, hasta que sale un gran árbol que es la música misma.

Para nosotros es qué se siente bien tocar. Somos siete cabezas con gustos y visiones diferentes; y tenemos que hacer algo que nos guste a todos y con lo que nos sintamos cómodos. Siento que de las mejores cosas que le podemos dar al mundo es la mezcla porque tenemos un montón de problemas que van porque no nos conocemos.

Además, tenemos una idea muy clara de romper fronteras, aunque creo que ya lo hemos hecho. Estamos mezclados entre ecuatorianos, colombianos, venezolanos y más. Lo chévere es que la música es un embajador que no conoce fronteras. Quizá haya bandas ecuatorianas que rescaten más las raíces, pero nosotros somos mucho más globales.

Gabriel es hijo de una ecuatoriana y un alemán dedicados a la vida artística, por lo que siempre se vio rodeado de música, pintura y baile. Dice, orgulloso, que siempre le procuraron un crecimiento más humano que técnico y desde los 15 años es autodidacta. En algún momento le dieron ganas de contar las experiencias que iba recolectando y así comenzó a escribir.

Nathalia llegó de Colombia a Ecuador hace once años y alguien le presentó a Gabriel y su naciente grupo en el que juntaban cosas tradicionales con toques electrónicos. La invitaron a participar con ellos en varias tocadas, hasta que se decidió a dejar su trabajo como publicista y dedicarse por completo a lo que realmente la hace feliz: la música.

Aunque no se describen como tal, son lo que algunos definirían como “almas libres”.

¿Qué tan difícil resulta tener contenido en sus letras sin perder la fiesta?

Gabriel: El hecho de ponernos a bailar también es una especie de declaración. Hay gente que pasa horas sentada en su trabajo y, si tenemos cuerpo, usémoslo igual que la cabeza.

Ahora que estamos a punto de sacar un nuevo disco, me he dado cuenta de que, si no vuelves a ser un niño y no te lo tomas como diversión, no funciona, porque se pierde lo humano. En algún momento sí se volvió algo serio, pero no dejamos de divertirnos.

Si te descuidas empiezas a mecanizar los procesos creativos y se vuelve una obsesión el pensamiento de querer tener éxito. Cuando en realidad basta con hacer una buena canción para conectar con la gente y eso funciona mejor que cualquier estrategia comercial.

Cuéntenos del capítulo en el que Visitante (Calle 13) quiere trabajar con ustedes.

Nathalia: ¡Uy!, fue en una cena muy formal en la que ellos estaban como invitados. No era el lugar ideal para tocar, pero nosotros decidimos salir con todo. Los manes estaban ahí y se voltearon de una porque teníamos una vestimenta bastante llamativa. Yo nada más veía la cara de Eduardo y era una situación bien estresante para nosotros, pero ellos lo disfrutaron un montón.

Mientras ríe, Nathalia cuenta que Eduardo Cabra todavía les reclama el no haber probado bocado aquel día. Los meseros pusieron entrada, sopa y plato fuerte frente al músico puertorriqueño, pero de igual manera los retiraron sin que se diera cuenta: los Swing Original Monks lo tenían cautivado.

Al final se acercó, nos felicitó, él y René se tomaron fotos con nosotros y nos dijo que quería platicar, que nos iba a buscar después y se llevó el disco. Y cumplió su palabra. Nos fuimos a Puerto Rico y el man se metió en el proyecto como si fuera un Monk más.

Nosotros ya queríamos hacer un nuevo álbum, pero nos dijo que no, que a él le encantaban estos temas y que necesitaba que estuvieran en Spotify. Le daba ternura que no estuviéramos en plataformas y que distribuyéramos el álbum en los conciertos. Entonces nos propuso que hiciéramos la reedición de La Santa Fanesca (2013), para darle potencia y fuerza. Y así nació SOMOS.

Platicamos con ellos un día antes de su presentación en el festival Vive Latino, y un día después de su participación en el Rock x la Vida, en Guadalajara. A pesar de sus ocho años trayectoria, nunca habían venido a nuestro país y la única referencia que tenían del público mexicano era lo que les platicó Visitante de la primera vez que ellos tocaron en el Foro Sol.

Les llovieron llaves, monedas y vasos que luego Eduardo regresó con enojo. Tres años después volvieron a ese mismo festival para salir ovacionados y como uno de los grupos más queridos.

Gabriel: Con nosotros se portaron increíble. Claro que Calle 13 abrió una puerta importante para la mezcla de cosas tropicales y el público tiene la mente más abierta para esas propuestas. En Guadalajra, la gente estaba atenta, pero después se soltaron a bailar. Hicimos una conexión súper chévere.

¿Significa algo en particular llegar al Vive Latino?

Nathalia: ¡Sí!, a pesar de que existe el Estéreo Picnic y ya hay ediciones latinas de Lollapalooza, Vive Latino y Rock al Parque marcaron la historia de la música latina y de las ciudades en las que se realizan. Puedo pensar en todas las personas y los grupos que han pasado por ellos.

Igual uno nunca está cien por ciento preparado para pisar un escenario como ese, pero llegar ocho años después se siente más chévere porque estamos consolidados no sólo como banda, sino también como intérpretes y personas.

¿Cómo va su nuevo disco?

Gabriel: Apenas están llegando las ideas. El primero fue muy lírico, pero todas las canciones que quedaron son las que teníamos, no teníamos más para escoger. Cuando haces una canción tienes que creerte que es lo mejor del mundo y tocarla así, porque si tú no empiezas a creértela quién lo va a hacer.

Ahora tenemos la referencia del público, de lo que conecta con ellos y de lo que no, pero estamos buscando cosas nuevas. Es un momento chévere, con muchos experimentos. Lo bueno es que somos muchos en la banda e ideas nunca faltan.

Antes de esta charla, nos contaron de lo mucho que les gustó la comida mexicana, especialmente los mangos con chamoy. Con esa sensación detrás de la madíbula que provoca el antojo por lo ácido, nos despedimos.

Para Joyride

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